lunes, 12 de mayo de 2014

Una broma del maestro

   Había en un pueblo un hombre de gran santidad. A los aldeanos les parecía una persona notable y a la vez extravagante, les llamaba la atención al mismo tiempo que los confundía. El caso es que le pidieron que les predicase. El hombre que siempre estaba en disponibilidad para los demás, no dudó en aceptar. El día señalado para la predicción, tuvo la intención de que la actitud de los asistentes no era sincera y que debían recibir una lección. Llegó el momento de la charla y todos los aldeanos se pusieron a escuchar al hombre confiados en pasar un buen rato a su cuesta. Se presentó ante ellos y tras una breve pausa de silencio, preguntó:
Amigos, ¿sabéis de qué voy a hablaros?.
No.-contestaron-
En ese caso-dijo-, no voy a deciros nada. Sois tan ignorantes que de nada podría hablaros que mereciera la pena. En tanto no sepáis de qué voy a hablaros no os dirigiré la palabra.
Los aldeanos, desorientados, se fueron a sus casas. Al día siguiente, se reunieron y decidieron clamar nuevamente las palabras del santo.
El hombre no dudó en acudir a ellos y a preguntarles:
¿ sabéis de qué voy a hablaros?-preguntó-
Sí, lo sabemos-respondieron los aldeanos-.
Siendo así, no tengo nada que deciros, porque ya lo sabéis. Que paséis una buena noche, amigos.
Los aldeanos se sintieron burlados y experimentaron mucha indignación. No se dieron por vencidos desde luego, y convocaron de nuevo al hombre santo. Despúes preguntó:
¿Sabéis, amigos, de qué voy a hablaros?.
No queriendo dejarse atrapar de nuevo, los aldeanos ya habían convenido la respuesta:
Algunos lo sabemos; otros no.
Y el hombre dijo:
En tal caso, que los que saben transmitan su conocimiento a los que no saben. dicho esto el santo se marchó de nuevo al bosque.

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