sábado, 17 de mayo de 2014

Nuestra conciencia se asemeja a unas gafas polarizadas

   Dos pescadores se encontraban en un río en Estados Unidos, pescando con la técnica de la mosca. En esta técnica que se ha popularizado en muchas películas, el hilo se mueve como un látigo encima del agua, golpeando ocasionalmente la superficie del agua para dar la impresión de que un insecto ha caído en ella. Esto hace que las truchas inmediatamente se lancen a la captura. Lógicamente, para que el pez le dé tiempo a cazar su presa, ha de sentir que está muy cerca de ella. Por eso, en esta técnica de pesca es de gran importancia que el cebo toque el agua en la proximidad de los peces.
Uno de los pescadores pescaba muchísimo, mientras que el otro no pescaba nada. Preguntados sobre la posible explicación a este hecho tan curioso, muchas personas hablaban de suerte y otras de experiencia. La realidad se aleja mucho de lo que nos parece razonable. El pescador que pescaba tantos peces utilizaba unas gafas especiales que se llaman "gafas polarizadas" y que le permitían distinguir la silueta de los peces debajo del agua. A los que no somos especialmente aficionados a la pesca, no se nos habría pasado ni siquiera por la cabeza que ésta fuera la explicación, ya que no teníamos ni idea de que hubiera gafas capaces de lograr algo tan sorprendente.
Nuestra conciencia se asemeja a las gafas polarizadas de la historia. Ella es la que nos ayuda a descubrir qué es lo que hay en nuestro interior.



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