martes, 6 de mayo de 2014

¡Quiero otra botella!

   Un náufrago que había salvado su vida aferrándose a un madero después de que su embarcación se hundiera, vivía en solitario en una isla desierta. Después de muchos años de silencio y penurias, una mañana vio cómo el mar traía hasta su playa una lámpara brillante y misteriosa. Dicen que el hombre, sin dudarlo, frotó la lámpara y un genio apareció.
Voy a concederte dos deseos-dijo el genio-: uno por rescatarme del mar; otro, por liberarme de mi encierro.
El hombre pensó en lo que había soñado durante todos esos años en la isla...
Quiero tener una botella de cerveza inagotable, irrompible y eterna.
Eso es fácil-dijo el genio-. Concedido.
Una pequeña nube apareció a los pies del náufrago y, dentro de ella, una botella de cerveza.
El hombre bebió de ella con desesperación y lleno de deseo postergado.
Cuando terminó de dar el trago más largo de su vida, miró la botella y comprobó que seguía llena.
Rió a carcajadas y empezó a volcar la cerveza en la arena. El chorro del dorado líquido caía infinito en la playa, pero la botella no se vaciaba. Arrojó entonces su preciado tesoro contra una roca, pero el cristal no se rompió y la botella continuaba llena de cerveza hasta el borde.
El hombre dio otro trago interminable y se limpió la boca con la manga de su camisa.
¿Cuál es tu segundo deseo?-preguntó el genio-. ¿Necesitas tiempo para pensarlo?
El naufrago era insaciable, y los insaciables son muy poco creativos...
No-dijo el hombre de la isla solitaria-.¡Quiero tener otra botella igual!

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