jueves, 15 de mayo de 2014

La verdad...¿es la verdad?

   El rey había entrado en un estado de honda reflexión en los últimos días. Se hacía muchas preguntas, entre otros por qué los seres humanos no eran mejores. Sin poder resolver este último interrogante, pidió que trajeran en su presencia a un ermitaño que moraba en un bosque cercano y llevaba años dedicado a la meditación, habiendo cobrado fama de sabio y ecuánime.
Señor, que deseas de mí?-preguntó el ermitaño-
He oído hablar mucho de ti, sé que apenas hablas, que no gustas de placeres ni honores, que no haces diferencia entre un trozo de oro y uno de arcilla, pero todos dicen que eres un sabio.-dijo el rey-
La gente dice, señor-repuso el ermitaño-
A propósito de la gente quiero preguntarte. ¿Cómo lograr que la gente sea mejor?
puedo decirte, señor que las leyes por sí mismas no bastan, en absoluto para hacer mejor a la gente.
El ser humano tiene que cultivar ciertas actitudes y practicar ciertos métodos para alcanzar la verdad de orden superior y la clara comprensión. Esa verdad superior tiene, desde luego, muy poco que ver con la verdad ordenaria.-contestó el ermitaño-
El rey se quedó dubitativo para luego replicar:
De lo que no hay duda, es de que yo, al menos, puedo lograr que la gente diga la verdad; al menos puedo conseguir que sean veraces.
El eremita sonrió y guardó un noble silencio.
El rey decidió establecer un patíbulo en el puente que servía de acceso a la ciudad. Un escuadrón revisaba a todo aquel que entraba en la ciudad. Se hizo público lo siguiente: toda persona que quiera entrar en la ciudad será previamente interrogada. Si dice la verdad, podrá entrar. Si miente será conducida al patíbulo y ahorcada.
Amanecía. El ermitaño, tras meditar toda la noche, se puso en marcha hacia la ciudad.
Avanzó hacia el puente. El capitán se interpuso en su camino y le preguntó: ¿A dónde vas?
voy camino de la horca para que podáis ahorcarme.-contestó el eremita-
no lo creo.
pues bien, capitán, si he mentido, ahorcame.
pero si te ahorcamos por haber mentido -repuso el capitán- habremos convertido en cierto lo que has dicho y, en ese caso, no te habremos ahorcado por mentir, sino por decir la verdad.
Así es -afirmó- ahora usted sabe lo que es la verdad...¡SU VERDAD!

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