lunes, 10 de septiembre de 2012

Los secretos del cielo y del infierno

  El viejo monje estaba sentado a un lado del camino. Sentado con los ojos cerrados, las piernas cruzadas y las manos apoyadas en las rodillas. Sentado en profunda meditación.
De repente, su zazen fue interrumpido por la áspera y exigente voz de un guerrero samurai.
¡Anciano! ¡Enséñame acerca del cielo y del infierno!
Al principio, como si no hubiese oído, no hubo por parte del monje ninguna respuesta perceptible. Pero poco a poco empezó a abrir los ojos, y una débil insinuación de sonrisa se le asomó en las comisuras de la boca mientras el samurai seguía allí, de pie, esperando impaciente, poniéndose cada vez más nervioso.
¿Quieres conocer los secretos del cielo y del infierno?-contestó por fin el monje-. Tú, que tienes el pelo tan despeinado, el aliento fétido, la espada oxidada y abandonada. Tú, que eres feo y tu madre te viste de modo tan raro. ¿Tú  me preguntas por el cielo y el infierno?
El samurai profirió una maldición terrible. Sacó la espada y la levantó alto sobre la cabeza. la cara se le puso de color carmesí y las venas del cuello se le hincharon mientras se preparaba para decapitar al monje.
Esto es el infierno-dijo con suavidad el viejo monje, mientras la espada empezaba a  bajar.
En esa fracción de segundo, el samurai se sintió abrumado de temor reverencial, compasión y amor extraordinarios hacia ese amable ser que había arriesgado su propia vida para darle esa clase de enseñanza. Detuvo la espada a mitad de camino y los ojos se le llenaron de lágrimas de agradecimiento.
Y esto-dijo el moje- es el cielo.

lunes, 9 de julio de 2012

La penetencia del zorro

   Un día un zorro estuvo merodeando en busca de carne desde la aurora hasta el anochecer; pero no encontró nada. Finalmente vio a un gavilán que se comía una gallina sentado en un árbol.
¡Eh, hermano-le dijo-, no tienes vergüenza! Hoy es miércoles. No haces obra de penitencia. ¿Es que no sabes que es un pecado comer carne?
El gavilán tembló al oír el grito del zorro y la carne que sostenía con el pico se cayó al suelo.
El zorro se apoderó inmediatamente de lo que había caído y empezó a comer diciendo:
Quizá me he equivocado; creo que es jueves.

jueves, 10 de mayo de 2012

Sé como un muerto

   Un maestro que sólo tenía un discípulo al que un día se le acercó y le ordenó:

  Querido mío, acercarte al cementerio y, una vez allí, con toda la fuerza de tus pulmones, grita toda clase de halagos a los muertos.
El discípulo caminó hasta un cementerio cercano. El silencio era sobrecogedor. Quebró la apacible atmósfera gritando toda clase de elogios a los muertos. Después regresó junto a su maestro.
¿Qué te respondieron los muertos ?- preguntó el maestro.-
nada dijeron-contestó el discípulo-
en ese caso, mi muy querido amigo, vuelve al cementerio y lanza toda clase de insultos a los muertos.-dijo el maestro-
El discípulo regresó al cementerio. A pleno pulmón, comenzó a soltar toda clase de improperios a los muertos. Después volvió junto a su maestro que le preguntó: ¿qué te han respondido los muertos ?
de nuevo nada dijeron-contestó discípulo-
Y el maestro concluyó: así debes de ser tú: indiferente, como un muerto, a los halagos y a los insultos de los otros.

lunes, 7 de mayo de 2012

Serenidad

 

   El soberano de un gran reino se encontraba ya en una avanzada edad y quería asegurarse de que, antes de abandonar el mundo, le transmitía a su hijo una importante lección. A lo largo de las épocas más difíciles de su reinado, aquello había sido clave para mantenerse firme y seguir que finalmente reinara en su país la paz y la armonía. Por alguna razón el joven príncipe no acababa de entender lo que su padre le decía.
Sí, padre, comprendo que para ti es muy importante el equilibrio, pero creo que es más importante la astucia y el poder.
Un día, cuando el rey cabalgaba con su corcel, tuvo una gran idea.
Tal vez mi hijo necesita no que yo se lo repita más veces, sino verlo representado de alguna manera.
Llevado por un lógico entusiasmo, convocó a las personas más importantes de su corte en el salón principal del palacio.
Quiero que se convoque un concurso de pintura, el más importante y grande que se haya creado. Los pregoneros han de hacer saber en todos los lugares del mundo que se dará una extraordinaria recompensa al ganador del concurso.
Majestad-preguntó uno de los nobles-, cual es el tema del concurso?
El tema es la serenidad, el equilibrio. Sólo una orden os doy-dijo el rey-: bajo ningún concepto rechazaréis ninguna obra, por extraña que os parezca o por desgusto que os cause.
Aquellos se alejaron sin entender muy bien la sorprendente instrucción que el rey les había dado.
 De todos los lugares del mundo conocido acudieron maravillosos cuadros. Algunos de ellos mostraban mares en calma, otros cielos despejados en los que una bandada de pájaros planeaba  una sensación de calma, paz y serenidad.
Los nobles estaban entusiasmados ante cuadros tan bellos.
Sin duda, su majestad el rey va a tener muy difícil elegir el cuadro ganador entre tan magníficas obras.
De repente, ante el asombro de todos, apareció un cuadro extrañísimo. Pintado con tonos oscuros y con escasa luminosidad, reflejaba un mar revuelto en plena tempestad en el que enormes olas golpeaban con violencia las rocas oscuras de un acantilado. El cielo aparecía cubierto de enormes y oscuros nubarrones.
Sólo un demente habría acudido a un concurso sobre serenidad con un cuadro como éste.
Estaban a punto de arrojarlo de aquella sala cuando uno de los nobles se interpuso diciendo:
Tenemos una orden del rey que no podemos desobedecer. Nos dijo que no se podía rechazar ningún cuadro por extraño que fuese. aunque no hayamos entendido esta orden, procede de nuestro soberano y no podemos ignorarla.
Está bien.-dijo uno de los nobles-, pero poned ese cuadro en aquel rincón, donde apenas se vea.
Llegó el día en el que su majestad el rey tenía que decidir cual era el cuadro ganador. al llegar al lugar de la exposición, su cara reflejaba un enorme júbilo y, sin embargo, a medida que iba viendo las distintas obras su rostro transmitía una creciente decepción.
majestad, ¿es que no os satisface ninguna de estas obras?-. preguntó uno de los nobles.
Sí, si son muy hermosas, de eso no cabe duda, pero hay algo que a todas les falta.
El rey había llegado al final de la exposición sin encontrar lo que tanto buscaba cuando, de repente, se fijó en un cuadro que asomaba en un rincón.
¿Qué es lo que hay allí que apenas se ve?
Es otro cuadro majestad.
¿por qué lo habéis colocado en un lugar tan apartado?
majestad, es un cuadro pintado por un demente, nosotros lo habríamos rechazado, pero siguiendo vuestras órdenes de aceptar todos los que llegaran, hemos decidido colocarlo en un rincón para que no empañe la belleza del conjunto.
El rey, que tenía una curiosidad natural, se acercó a ver aquel extraño cuadro, que, en efecto, resultaba difícil de entender. Entonces hizo algo que ninguno de los miembros de la corte había hecho y que era acercarse más y fijarse bien. Fue entonces cuando , súbitamente, todo su rostro si iluminó y, alzando la voz, declaró:
Este, este es, sin duda, el cuadro ganador.
Los nobles se miraron unos a otros pensando que el rey había perdido la cabeza. Uno de ellos, tímidamente, le preguntó:
majestad, nunca hemos discutido vuestros dictámenes, pero ¿qué veis  en ese cuadro para que lo declaréis ganador?
no lo habéis visto bien, acercaos.
Cuando los nobles se acercaron, el rey les mostró algo entre las rocas. Era un pequeño nido donde había un pajarito recién nacido. La madre le daba de comer, completamente ajena a la tormenta que estaba teniendo lugar.
El rey les explicó qué es lo que ansiaba transmitir a su hijo el príncipe.
la serenidad no surge de vivir en las circunstancias ideales como reflejan los otros cuadros con sus mares en calma y sus cielos despejados.
La serenidad es la capacidad de mantener centrada tu atención, en medio de la dificultad, en aquello que para ti es una prioridad.

El loro que pide libertad

   Esta es la historia de un loro muy contradictorio. Vivió años enjaulado y su propietario era un anciano al que le hacía compañia. Cierto día el anciano invitó a un amigo a tomar té. Los dos hombres pasaron al salón donde, cerca de la ventana y en su jaula, estaba el loro. Se encontraban los dos hombres tomando el té cuando el loro empezó a clamar !!libertad!!libertad!!libertad!!.
No cesaba  de pedir libertad. Durante el tiempo en que estuvo el invitado en la casa, el animal no dejó de reclamar libertad. Hasta tal punto era desgarradora su libertad. El invitado se sentió muy apenado y ni siquiera pudo terminar de tomar su taza de té. Estaba saliendo por la puerta y el loro seguía gritando !!libertad!!.
Pasaron dos días. El invitado no podía dejar de pensar con compasión en el loro. Decidió que era necesario ponerlo en libertad. Tramó un plan. Sabía cuando el anciano salía de su casa a hacer la compra. Aprovecharía esa ausencia para liberar al loro. Un día después el invitado se apostó cerca de la casa del anciano y, cuando lo vio salir, corrió y entró en el salón, donde el loro gritaba !!libertad!!. Al invitado se le partía el corazón. ¿Quién no hubiera sentido libertad por el animalillo?. Se acercó a la jaula y abrió la puerticilla. Entónces el loro, aterrado se lanzó al lado opuesto a la jaula y se aferró con su pico y uñas a los barrotes de la jaula, negandonse a abandonarla, mientras seguía gritando !!libertad!!.