Un tren se deslizaba como una serpiente quejumbrosa. Varios hombres compartían un departamento y, como quedaban muchas horas para llegar al destino, decidieron apagar la luz y dormir un poco. Transcurrieron los minutos y los viajeros empezaron a conciliar el sueño. Cuando de repente, empezó a escucharse una voz que decía:
—¡ Ay, qué sed tengo! ay, qué sed tengo!
Así una y otra vez, era uno de los viajeros que no cesaba de quejarse de su sed, impidiendo dormir a sus compañeros. Se levantó uno de los viajeros y fue al lavabo y le trajo un vaso de agua. El hombre sediento, bebió con avidez el agua. Todos se echaron a dormir y apagaron la luz. Los viajeros reconfortados, se pusieron a dormir. Transcurrieron unos minutos. Y de repente, la misma voz de antes comenzó a decir:
—¡Ay qué sed tenía! ¡ay que sed tenía!.
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