jueves, 15 de mayo de 2014

Shivo`ham, Shivo´ham

   Satyananda es monje de Rishkish a orillas del Gangas. Cada tarde, a la hora de la plegaria, baja al río sagrado y cumple el consabido rito. Siembra flores sobre las ondas, confía a la corriente una barquilla de hojas donde quema aceite. Luego se acomoda, con su rosario de 108 cuentas en la mano, y repite incansablemente:  ``Shivo´ham, Shivo´ham´´    
Hace ya varios días que Satyananda ha observado a un niño, que cada tarde, acude también a sentarse no muy lejos de él y le observa. Satyananda se siente investido del deber de transmitir: conoce un camino hacia lo absoluto. Debe, por tanto instruir a ese niño inocente que no ha podido llegar hasta ahí cerca de él por casualidad.
Satyananda se siente orgulloso de que Dios mismo le  haya designado para enseñar. Llama al niño, comparte con él la ofrenda azucarada que acaba de recibir al salir del templo. Luego le pregunta:
¿Por qué vienes aquí cada día?
Para saber.
¿Y qué deseas saber?
Cuánto tiempo es necesario para convertirse en santo.
Depende de las personas, para algunas hasta un instante , otras necesitarán varias vidas.
¿Por qué?
A cada cual su camino, su paso, su hora justa.
El niño se extraña.
Nunca te he visto en ningún camino. Te quedas ahí sentado.
Caminar no es andar de aquí para allá; sino poner en práctica ciertas técnicas.
¿Cuál es tu técnica?
Repito un mantra, una frase cuyo sentido debo asimilar.
¿Y cuál es tu mantra?
Shivo´ham: Yo soy Shivo,  yo soy dios en persona.
Repites eso todos los días durante horas?
Sí, por supuesto.
¿Y sigues sin saberlo durante tanto tiempo? Yo soy Shankar. No tengo necesidad de repetírmelo. ¡Si fueras Shivo no tendrías necesidad de decirlo sin cesar.
Satyananda tiene el tiempo justo para tragar saliva antes de que el niño pregunte:
¿Un santo puede mentir?
Desde luego que no!
¿Como podrías ser un santo si ni siquiera crees en lo que dices?

No hay comentarios:

Publicar un comentario