lunes, 10 de septiembre de 2012

Los secretos del cielo y del infierno

  El viejo monje estaba sentado a un lado del camino. Sentado con los ojos cerrados, las piernas cruzadas y las manos apoyadas en las rodillas. Sentado en profunda meditación.
De repente, su zazen fue interrumpido por la áspera y exigente voz de un guerrero samurai.
¡Anciano! ¡Enséñame acerca del cielo y del infierno!
Al principio, como si no hubiese oído, no hubo por parte del monje ninguna respuesta perceptible. Pero poco a poco empezó a abrir los ojos, y una débil insinuación de sonrisa se le asomó en las comisuras de la boca mientras el samurai seguía allí, de pie, esperando impaciente, poniéndose cada vez más nervioso.
¿Quieres conocer los secretos del cielo y del infierno?-contestó por fin el monje-. Tú, que tienes el pelo tan despeinado, el aliento fétido, la espada oxidada y abandonada. Tú, que eres feo y tu madre te viste de modo tan raro. ¿Tú  me preguntas por el cielo y el infierno?
El samurai profirió una maldición terrible. Sacó la espada y la levantó alto sobre la cabeza. la cara se le puso de color carmesí y las venas del cuello se le hincharon mientras se preparaba para decapitar al monje.
Esto es el infierno-dijo con suavidad el viejo monje, mientras la espada empezaba a  bajar.
En esa fracción de segundo, el samurai se sintió abrumado de temor reverencial, compasión y amor extraordinarios hacia ese amable ser que había arriesgado su propia vida para darle esa clase de enseñanza. Detuvo la espada a mitad de camino y los ojos se le llenaron de lágrimas de agradecimiento.
Y esto-dijo el moje- es el cielo.