lunes, 5 de mayo de 2014

Un hombre en el monasterio

   Un hombre de negocios, cansado ya de las presiones de la ciudad, de la superficialidad del consumo y del vértigo de la vida moderna, decide viajar a Nepal para presentarse en un monasterio budista y ofrecerse como discípulo.
Una vez allí, lo recibe un monje.
Puedes quedarte entre nosotros-le dice-, pero tendrás que renunciar a todas tus posesiones materiales.
De acuerdo-dice el hombre.
Tendrás que abandonar todos tus vínculos fuera del templo.
De acuerdo-dice el hombre.
Se te dará una toga y un par de sandalias. Harás voto de silencio absoluto. Cada diez años podrás decirle sólo dos palabras al sumo maestro.
De acuerdo-dice el hombre.
Deja su ropa, se viste con la toga y las sandalias y se incluye en la vida del monasterio como uno más. Así transcurren diez años...Hasta que un día, un monje se acerca y le dice:
El maestro te espera.
El hombre camina hasta el salón donde el maestro le aguarda sentado sobre su tatam. Cuando éste le pregunta por sus dos palabras, el hombre dice:
Poca comida.
Por toda respuesta el maestro inclina su cabeza y el hombre es conducido de nuevo a su habitación. Pasan otros diez años hasta que llega de nuevo el día en que un monje se acerca y le dice:
El maestro te espera.
El hombre camina hasta el maestro y éste le pregunta por sus dos palabras.
Cama dura.
Nuevamente el maestro tan sólo inclina la cabeza y el hombre se retira. Diez años más pasan hasta que un monje se le acerca una tercera vez y le dice:
El maestro te espera.
El hombre camina pausadamente, una vez más, hasta quedar frente al sumo maestro, y cuando éste le pregunta por sus dos palabras el hombre dice:
Me voy.
A lo que el maestro, perdiendo toda compostura, responde:
¡Pues sí! ¡Vete de una vez! ¡Hace treinta años que no paras de quejarte!

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