miércoles, 30 de abril de 2014

Una tarde en el parque

   Había una vez un niño que quería conocer a Dios. Sabía que era un viaje largo hasta donde vivía Dios, así que lleno la maleta de donuts y agregó seis latas de cerveza sin alcohol y se puso en marcha.
Cuando había caminado unas tres manzanas, se encontró con una anciana. ella estaba sentada en el parque con la mirada fija en unas palomas. el niño se sentó a su lado y abrió la maleta. Estaba a punto de tomar un trago de cerveza sin alcohol cuando notó que la anciana parecía tener hambre, de modo que le ofreció un donut. Ella lo aceptó agradecida y le sonrió. La sonrisa fue tan bonita que el niño quiso verla de nuevo, así que le ofreció una cerveza sin alcohol.
La anciana volvió a sonreírle. ¡el niño estaba encantado!
Estuvieron allí sentados toda la tarde, comiendo y sonriendo, pero sin decir una palabra.
Al anochecer, el niño se sentía cansado y se levantó para irse, pero apenas hubo caminado unos pasos dio media vuelta y corrió hasta la anciana y la abrazó. Ella le regaló la sonrisa más grande.
Cuando el niño abrió la puerta de su casa un poco más tarde, su madre se sorprendió al ver la cara de felicidad que traía.
¿Qué hiciste hoy que te puso tan contento?le preguntó.
Almorcé con Dios-contestó él. Y añadió-:¿Sabes una cosa? tiene la sonrisa más bonita que jamás he visto.
Mientras, la anciana, radiante de felicidad, regresó a su casa.
Su hijo, sorprendido por la expresión de paz que tenía en el rostro, le preguntó:
Mamá, ¿qué hiciste hoy que te puso tan feliz?
Comí con Dios en el parque._Pero antes de que su hijo dijera algo, agregó_:¿Sabes una cosa? Es mucho más joven de lo que esperaba.

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